Las redes sociales y la pérdida del disclosure
Hay ciertos modelos que se repiten con el tiempo. Internet no podía ser una excepción. Son tiempos en que los usuarios están cambiando, tanto como las tecnologías.
Hubo un tiempo en que la gente escribía blogs simplemente para expresarse, con la única recompensa (intríseca) que el propio hecho de publicar en el blog y saberse útil para algunos lectores. Después, con el tiempo, apareció el germen de lo que hoy conocemos como blogs comerciales, blogs (algunos de particulares) que aprovechaban su audiencia para ganar dinero gracias a la publicidad. Es un proceso que todavía sigue en vigencia y que ha llegado a un equilibrio estable: existen blogs que obtienen ingresos por la publicidad (sea como modelo de ingresos, como por ejemplo las redes de blogs comerciales, o sea como canal alternativo de ingresos) y blogs que no obtienen ingresos (de hecho, la mayoría de ellos ni los buscan, debido precisamente al bajo volumen de su audiencia o a principios editoriales de los propios autores). No hablaré de los que simplemente lo tienen para construir su presencia profesional (que pueden también estar en las dos anteriores categorías).
Fue entonces, en aquella época, cuando se creó el concepto del disclosure. Un pequeño mensaje que se añade al post en el caso de que la opinión del escribiente se viese comprometida por un conflicto de intereses.
Para muestra un botón, este post de Chris Brogan (uno de los bloggers más conocidos de EEUU) de hace unas semanas en el que habla de un tipo de chaqueta y que acompaña con un pequeño vídeo. Como quiere dejar claro el motivo por el que esta hablando de la chaqueta lo indica al principio del post.
Es la forma de hacerlo. Eso no significa que haya que hacerlo siempre que se hable de un producto, pero es correcto hacerlo cuando el hecho de que hables de un tema ha sido derivado por la recepción de un producto (del que seguramente no hubieras hablado) o directamente por el pago de un determinada cantidad de dinero por la publicación de un post sobre ese tema. O, incluso, siempre que pueda haber algún tipo de sospecha (infundada) sobre ello. Es la forma de dejar al lector la decisión de hasta qué nivel debe valorar ese post, de dejarle sopesar la credibilidad que el blogger le merece, de ver la sinceridad de decir abiertamente que puede existir un conflicto de intereses o de simplemente estar de acuerdo o no con lo que se lee.
Son normas no escritas. Normas que algunos bloggers no cumplen, y que otros sí (algunos muy elegantemente, como ejemplo el post sobre Ford de Enrique Dans).
Esta evolución se esta produciendo de forma similar en las redes sociales. De igual forma que un blog mide su audiencia por el número de suscriptores o por el volumen de páginas vistas, la presencia en redes sociales y asimismo la audiencia puede medirse con cifras de similar significado (seguidores en twitter, pinterest o instagram, amigos en facebook o foursquare). De esa misma manera que como sucediera en el mundo de los blogs, al inicio las redes se usaron de una forma “inocente”, sin la creencia de que aquello fuera a ser útil, de que pudiera crecer, de que pudiera usarse para tener una comunidad o una audiencia. Más tarde, algunos usuarios (y empresas, por supuesto, incluidas los medios de comunicación) han visto la posibilidad de sacar partido de esa circunstancia. De formas diferentes, desde el usuario que usa su presencia como marca personal, consolidando su yo digital para mejorar profesionalmente, hasta el usuario que usa esa presencia de forma publicitaria, para anunciarse a sí mismo o a incluso a otros.
En los blogs costó ver que se pudiera hacer (mezclar opinión y publicidad), pero al final caló. Hubo muchos que al principio no concebían la publicidad en los blogs y que hoy en día no ven problema en ello (el caso más conocido tal vez, el de microsiervos). Porque los blogs son ya considerados un medio de comunicación, una forma de estar informados, algo que va más allá de una simple y pequeña comunidad, algo que maneja hoy en día grandes audiencias (en algunos casos). Pero siempre fue (y es) importante la preocupación por la etiqueta (netiqueta).
En las redes sociales hemos perdido parte de esa netiqueta, hemos perdido el disclosure. La excusa de la brevedad, de los 140 caracteres ha hecho que renunciemos a uno de los valores más preciados, la credibilidad. Ya son mucho los ejemplos de famosos que han pecado de insinceros. Recordamos casos sonados como el de Oprah Winfrey promocionando el Microsoft Surface (encima tuiteándolo desde un iPad), pero es el pan de cada día en mucho sectores (como por ejemplo el mundo del deporte). Cada vez que Usain Bolt hace una foto a un lote de Gatorade, cabe la posibilidad que lo que esté haciendo sea un anuncio. Si tenéis dudas es que hacía falta un disclosure. No se trata de algo pasivo (como puedan ser los logos en la ropa de un corredor de F1) sino de la publicación de un contenido en una cuenta personal.
La brevedad de las redes sociales ha hecho que perdamos algo de credibilidad en la comunicación, el tiempo dirá si es algo asumible, o si daremos más credibilidad a publicaciones más extensas (si es que no lo hacemos ya).